Publicado en la revista ConViviendo,publicación del Grupo ConVivir, el 21 de agosto de 2019


Les presento un pequeño artículo sobre el humor como recurso terapéutico. Es breve ya que mi objetivo es convocar al tema y no realizar un trabajo monográfico o clínico con más detalles…pero me parece interesante comenzar a relatar nuestras experiencias con relación al uso del humor con nuestros pacientes. Si bien el caso que presento fue de buen resultado, hay otros pacientes con los que no fue posible llevar adelante una psicoterapia psicoanalítica con humor en juego.

Freud decía en su artículo de 1927 sobre El Humor que centrándonos en el proceso del humorista “la esencia del humor consiste en que uno se ahorra los afectos que la respectiva situación hubiese provocado normalmente, eludiendo mediante un chiste la posibilidad de semejante despliegue emocional”

Habla de la necesidad, para que se de, de una coincidencia o copia del proceso que ocurre en la mente del oyente respecto del proceso que ocurre en la del humorista, por ello se centra en lo que sucede en la mente de éste, ya que la mente del oyente será su copia.

Características de Humor

Freud diferencia el chiste y lo cómico, del humor.

De ellos muestra que son formas de obtener placer liberante. Pero dice que el humor tiene algo más: “algo grandioso y exaltante” que se refiere a la grandiosidad como triunfo narcisista ya que confirma la invulnerabilidad del Yo.

El Yo se muestra dedicado a alejarse del sufrimiento causado por los traumas de la realidad y orientado sólo a motivos de placer, rasgo esencial del humor para Freud Define al humor como rebelde, no resignado, ya que “no sólo significa el triunfo del yo sino también del principio de placer que en el humor logra triunfar sobre la adversidad de las circunstancias reales”

Pero si el humor es una forma del aparato psíquico de rehuir el sufrimiento, igual que tantos otros que identificamos como patológicos (embriaguez, ensimismamiento, locura) o como el chiste cómico, que sólo está al servicio del placer o de la agresión, por qué la actitud humorística mantiene el estatus de salud mental? En qué consiste esta actitud que permite rechazar el sufrimiento, afirmar la superabilidad del yo ante el mundo real, que posibilita el triunfo del principio de placer y todo ello sin abandonar el terreno de la salud mental?

Si bien hablando del chiste en su artículo de 1905: “El chiste y su relación con Lo Inconsciente”, se refería en términos económicos, (estamos en la primera tópica freudiana) ahora al abordar el Humor, (2ª tópica) se amplía al aspecto dinámico nombrando el desplazamiento del centro de interés del Yo al Superyó, al hacer referencia a aquellos que dirigen su actitud humorística hacia su propia persona. El objetivo de esta entrada del superyó, es demostrar que así como un adulto minimizaría el peligro que pueda estar sintiendo un niño y sonreiría frente a ello, la actitud humorista pone a la persona que la ejerce en ese papel, tanto cuando mantiene dicha actitud frente a otra persona como si lo hace frente a sí mismo, y el yo aparecería insignificante en sus sufrimientos frente a un superyó capaz de contenerlo.

Entonces, hay un saldo subjetivo donde podríamos decir que el yo oficial resulta destronado y patético, ya que el humor denuncia sus fallos, sus defectos, aquello que disfraza a partir de una ilusión, pero a la vez,  al decir de Freud, se mantiene una “dignidad”, cosa que falta en la burla al servicio de la denigración narcisista.

Freud, en su artículo de 1927, confirma el origen parental del Superyó al atribuirle esa función de consolar al yo del sufrimiento, con el humor.

Para Freud El chiste resulta de una contribución a lo cómico ofrecida por el inconsciente, y el humor sería una contribución a lo cómico mediada por el Superyó.

En el chiste se alcanza, como en lo cómico, un grado de intensidad mayor que en el placer humorístico, pero Freud le da más importancia a este último, en cuanto a que significa un rechazo de la realidad, pero sobre todo con el valor de la intensión al servicio de una ilusión, lo que vale es la intención, no tanto el contenido en sí mismo. Permite cambiar el modo de afrontar la realidad sin dejar de mirarla, es un modo no resignado, rebelde.

Deberíamos distinguir el Humor como estado de ánimo, del humor como creación simbólica de carácter sorpresivo que incorpora un nuevo sentido, abre, amplía, allí donde la angustia impide enunciar seriamente o explicativamente algo que puede ser dicho o escuchado gracias a este giro que el humor posibilita.

También existe diferencia entre lo cómico y el humor.

En lo cómico encontramos la universalidad y en el humor lo particular y diferente.

Lo cómico lo es más, cuánto más cerca esté del significado, podríamos decir que es literal (la caída brusca, la bofetada del payaso, el tirarse una tarta a la cara). Está más en el registro de la imagen, pudiendo prescindir del lenguaje. En cambio, el humor depende más del lenguaje y está ligado a lo particular y diferente. Por eso decimos que para entender el sentido del humor de alguien hay que estar en la misma frecuencia, o en la misma onda. Quizás no nos produzca una descarga inmediata de risa y carcajada, sino que nos despierte una sonrisa, pero el placer estará en la verdad que puede ser dicha gracias a una maniobra que cuestiona algo establecido, por ejemplo, el discurso oficial del yo.

Freud señala otra diferencia tópica entre el humor y lo cómico.

Lo cómico, dice, es dual, se maneja en el plano narcisista del yo con la imagen donde ésta es de alguna manera deformada, transgredida, nos reímos del descalabro de esa imagen como pasa en los dibujos animados, los gags, etc.

En cambio, en el humor manejamos un código que trasciendo al que encarna el humorismo, que actúa como tercero, se pone en juego lo simbólico y de allí que no sea ya dual sino terciario, están en juego, el humorista, el receptor y el código humorístico que comparten que permite la creación de algo nuevo en aquello que se dice y abre un espacio para poder decir lo indecible.

Entonces, el chiste podríamos ubicarlo como una técnica o efecto del acto humorístico, pero lo diferenciamos porque en el chiste podemos encontrar un uso en beneficio de la burla, la agresión, el desprecio, mientras que el humor tiene un efecto de intensión de permitir vivir una “verdad” que sería dura de sobrellevar logrando una actitud alegre al enfrentarse a ella. ¡A diferencia de la vida cotidiana en que solemos utilizar el chiste para decir una verdad que no nos animamos y luego no podemos asumir y lo desmentimos diciendo Lo dije en chiste!

¿Podríamos decir que es esta una actitud maníaca?

¿Cómo diferenciar cuándo estamos contribuyendo a la negación del paciente? ¿cómo darnos cuenta si estamos entrando en un terreno maníaco, terreno al que puede llevarnos el paciente, o bien, nuestros propios miedos de enfrentar una verdad dolorosa? Esta es una pregunta que deberíamos hacernos cada vez que el recurso humorístico entre en juego.

Pero ¿podríamos pensar (a la manera del inconsciente originario de Hugo Bleichmar, Avances en Psicoterapia Psicoanalítica,1997) que no siempre se utiliza el humor como acceso a una “verdad” negada o reprimida, sino que podemos utilizarlo como recurso para inscribir un nuevo sentido, algo que no existía, algo no inscripto en el inconsciente aún, y que, a partir del humor como recurso terapéutico, ¿se instala y además accede a la consciencia?

¿Se instala porque se vivencia en el vínculo y se accede a la consciencia porque se enuncia a través del lenguaje humorístico?

Es decir que no sólo estamos en la dimensión de la verdad como contenido reprimido sino también de aquello que no ha existido y es creado.

Por un lado, el chiste existe gracias a que existe la represión, la desmentida, donde el placer se da cuando se puede transgredir el discurso del yo oficial que nos dice lo que es racionalmente aceptable, y en este caso el placer del chiste estaría en la transgresión de dicho discurso. Pero también el efecto de la intensión humorística puede darse allí donde no hay experiencia ninguna, allí donde algo no ha existido y se instala a partir del humor, algo es creado a partir del discurso humorístico. Algo nuevo se abre en nuestro modo de vincularnos, de experienciar una relación, tanto con otros como con nosotros mismos.

Si nos basamos en el lenguaje, abre una puerta a decirnos lo indecible o lo no dicho nunca. Si nos referimos a lo vivencial, el self puede experimentar un nuevo modo de estar en relación en momentos de alta intensidad emocional, con una tendencia a la buena aceptación de lo que acontece, una predisposición a simbolizar lo que ocurre, como antesala de la palabra.

 ¿El uso del humor es siempre oportuno? ¿Qué relación tiene con la ética?

La ética en psicoanálisis y El Humor como técnica terapéutica

 Me pregunto ¿en qué casos el humor puede contribuir terapéuticamente en el tratamiento?

¿En qué tipo de pacientes? ¿En qué momento del tratamiento o de la sesión? ¿Cuál es la relación del humor en Psicoterapia psicoanalítica y la ética?

Podemos hablar del humor desde el punto de vista teórico, así como de una técnica en el trabajo clínico, donde el valor de una ética es muy importante de señalar, porque no hablamos de una burla ni de una risotada, sino de un recurso que permite hablar y poner palabras ante lo que se presenta como imposible de ser dicho, escuchado o vivenciado (por lo angustiante o insoportable), ayudado por la ganancia de placer momentánea que proporciona y por la intensión de triunfo ante la dolorosa realidad.

Al remarcar la relación del uso del humor como técnica terapéutica o forma de intervención, me refiero a su relación con la ética en psicoanálisis. No podemos tomar este recurso como algo generalizado, aplicable a todos los pacientes por igual, en cualquier momento del tratamiento y para cualquier cuadro psicológico. Eso sería no tener en cuenta la particularidad de cada caso.

Viñeta clínica

José no ha tenido una madre ni un padre empáticos que ejercieran la función parental de narcisización necesaria para que su autoestima fuera suficientemente buena para su salud mental. No habían podido entender su nerviosismo de pequeño por haber sido motivo de burla en su barrio, y lo decodificaban como “niño difícil”.

José no podía soportar los chistes sobre su persona, ni tampoco el referirse con humor a algo que para él era insoportable de ser escuchado. Como por ejemplo de parte de sus compañeros de trabajo o de sus amigos o esposa.

El enfado con su imagen desvalorizada se ponía de manifiesto en una actitud rabiosa y quejosa sobre aquellos que envidiaba por ser guapos.

Sobrecalificado desde pequeño y no habiéndose sentido nunca “su majestad el bebé” como diría Freud, había un gran déficit narcisista. Existía una alta vulnerabilidad en este sistema de su psiquismo, (sistema narcisista) y debía ser muy cuidadosa al abordar todo aquello que pudiera alterar o desbalancear este sistema a la vez que, en el momento adecuado, debería ser motivo de análisis,  para no consolidar su alta vulnerabilidad.

Tomé la primera etapa del tratamiento para establecer un vínculo de confianza y tranquilidad que le permitiera tener una experiencia en este sentido, que no había vivido en su casa, donde las experiencias eran de intranquilidad con una madre ansiosa, un padre quejoso y rabioso y él sintiéndose un niño difícil, sin entender nada de lo que le sucedía. No sabía de sus miedos, ni de su enfado, ni de su sentimiento de impotencia, no teniendo experiencia alguna en haberse sentido admirado o ser el niño del que su padres estuviesen orgullosos en algún aspecto.

Una vez transcurrida la primera etapa, el vínculo terapéutico vivido como seguro pero no del todo seguro (como diría Bromberg) o de reafirmación de sus sentimientos y su realidad psíquica, pudo comenzar un ciclo en el que descubrimos y disfrutamos de un aspecto de su personalidad no demasiado desarrollada ni demasiado valorizada por él, que era su sentido del humor.

Pude conocer a lo largo de ese tiempo su código humorístico casi siempre en temas políticos, sociales y por tanto aproveché ese conocimiento para comenzar a operar terapéuticamente utilizando el humor, tanto como interpretación como recurso para instalar algo nuevo, no inscripto en su psiquismo hasta ese momento.

José era muy buen deportista, y tomamos como modelo de su capacidad, a una persona con la cual, él se comparaba en sus aspectos rechazados, pero que, al mismo tiempo, admiraba profundamente por sus éxitos deportivos. Traíamos  ese personaje cada vez que teníamos que hablar de aquello que le angustiaba de él, pero de lo cual, no era capaz de hablar ni de enterarse.

Pudimos instalar un modo de relación con el personaje, cálida y confiable, con admiración y respeto, cosa que él no había vivido sobre sí mismo. Esta alusión al personaje era siempre en sentido humorístico y causaba en él y en mí una sonrisa cómplice que predisponía a José a hablar de sentimientos escondidos así como a conocer nuevas formas de verse a él mismo, en relación con otros así como consigo mismo. Pudo ver que él no era sólo algunos rasgos que desde él eran humillantes, sino que era una persona con rasgos, algunos mejores que otros. El humor nos sirvió para abrir nuevas perspectivas de experiencia de su self, nuevas formas de mirarse, nuevos modos de vincularse consigo y con otros, y de aceptar sus limitaciones sin enfadarse con el mundo. Básicamente cambió su predisposición de un ánimo pesimista y negativo a un ánimo más dispuesto a poder recibir con una sonrisa aspectos antes rechazados.

Todo esto sin caer en la burla ni la risa fácil, manteniendo la consciencia de todo cuanto se afrontaba, no era una actitud maníaca, sino que nos permitió llegar a conocerse y dejar nacer un José que se quería más y se trataba mejor.

Bibliografía

  1. Freud. El humor, 1927. Obras Completas. (CLV) Biblioteca Nueva. Luis López Ballesteros, 1973. Madrid
  2. La relación terapeuta-paciente desde el enfoque Modular-Transformacional de psicoterapia psicoanalítica, APRA revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentinaaño III, 1. www.revistadeapra.org
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