Cuando unos padres detectan ciertas manifestaciones  emocionales o de conducta, preocupantes en su hijo o hija  y   no pueden dar solución al problema, si se animan,  piden una entrevista psicológica para que veamos al niño.

¿Qué idea traen los padres a consulta, en mi caso, psicoanalítica?

La idea será que nosotros, los psicoterapeutas, observaremos al niño y podremos así desvelar aquello que está detrás, debajo u oculto en la mente del niño que es “el” motivo de sus conductas desajustadas.

Ellos dejarían al niño en la consulta profesional y luego volverían a buscarlo.

El psicoterapeuta les informará o hará una devolución (en esa misma o luego de varias entrevistas) y ellos se apropiarán de esta información sobre lo que  “le sucedería” al niño tratando de entender y poder dar respuestas adecuadas al problema. Y así a lo largo de un tratamiento.

Pero si cambiamos de foco de observación y pasamos de observar al niño a observar la relación  y “de la búsqueda exclusiva de procesos de cambio en la subjetividad del niño al intento de conseguir cambios en las capacidades de los padres para la tarea de parentalización” (Emilce Dio Bleichmar,2005), lograremos una acción transformadora que incluya al adulto en la múltiple causalidad de los síntomas y trastornos.

¿Desde dónde hablo cuando afirmo esto?

Ampliemos el tema del desarrollo temprano incluyendo una concepción relacional y las funciones de la parentalidad.

“El bebé nace dotado por la biología para el desarrollo, pero necesita encontrar un adulto mejor dotado para la adaptación que se haga cargo…” (Dio Bleichmar, 2005) de su subsistencia. Primero será de su cuerpo y a través de los cuidados, irá ayudando a construir funciones diversas.

La madre o padres o cuidador que se dedica a estos cuidados tempranos en el niño, está ejerciendo las funciones que el niño luego irá estableciendo como propias.

Así es como se va conformando un ser humano. Desde la intersubjetividad que da lugar a la subjetividad que incluirá lo intra y lo inter.

Dos psicoanalistas, que provenían de la medicina, y que luego se dedicaron al psicoanálisis de niños, Donald Winnicott (Pediatra) y John  Bowlby, (Psiquiatra infantil) tuvieron muchos puntos en común como antecedente de este modo de enfocar la psicoterapia desde una concepción del desarrollo donde el interjuego con el ambiente es parte fundamental.

“Ambos se interesaron fervorosamente por el estudio de los efectos que la privación de cuidados parentales óptimos tiene sobre el desarrollo evolutivo del niño y le dieron a las experiencias tempranas con los cuidadores un lugar esencial en los estudios psicoanalíticos.

Ambos hicieron compatible su interés por la técnica psicoanalítica para reparar el daño psicológico ya consumado con el interés por prevenirlo, particularmente trabajando con padres de niños pequeños. De este modo fueron pioneros de lo que ahora denominamos “promoción de la salud mental infantil”. (Mario Marrone, 2005).

Para D.Winnicott, el infante necesita vivir con tranquilidad, sin intrusiones ambientales, con una sensación de “continuidad de la existencia” que va a ir favoreciendo la integración de su Self (de su “sí mismo”).

El ambiente nunca podrá ser totalmente bueno, siempre adecuado, habrá momentos de rupturas desde las cuales el infante organizará formas defensivas de subsistencia adaptativa.

A una adecuada respuesta ambiental corresponderá un self más cohesivo.

Para Winnicott, el adulto debe estar ahí, ofreciendo al niño los estímulos para conocer y crear desde una vivencia de omnipotencia, aquello que está dado.

El infante pasa de la no-integración a la integración, atravesando un estado de omnipotencia necesaria para el desarrollo.

Para este autor la salud o patología tendrá que ver con el mayor o menor grado de adecuación de las respuestas del adulto a las necesidades del niño.

En el caso de Bowlby, desarrolla la Teoría del Apego.

Su experiencia como psiquiatra infantil lo llevó a pensar la patología como originada en experiencias reales de la vida interpersonal.

En un principio se preocupó por la interacción familiar y por los fenómenos intergeneracionales. Y más tarde por los efectos negativos de la separación temprana, la pérdida y la privación de los cuidados maternos. (entendemos el término  “maternos” como cualquier persona que ejerza esa función).

Dice que los niños que han tenido una respuesta más empática y un cuidado parental fiable tienden a desarrollar un apego seguro mientras que aquellos que han tenido respuestas menos fiables, vivencias de abandono (físico o emocional), maltrato o cuidados inconsistentes, tienden a desarrollar un apego inseguro. El valor de esta clasificación es poder desarrollar respuestas acordes a las problemáticas del tipo de seguridad o inseguridad en el vínculo que el niño ha desarrollado.

Pero no son definitorias ni tampoco se pueden unificar: una persona puede tener un apego seguro con el padre y luego un apego inseguro con la madre.

El apego es la tendencia del niño a establecer un vínculo duradero con el adulto que lo cuida o le da seguridad, cuya función es la supervivencia.

 “Lo que por motivos de conveniencia denomino Teoría del apego, es una forma de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con determinadas personas en particular y un intento de explicar la amplia variedad de formas de dolor emocional y trastornos de personalidad… (Bowlby, 1977)

¿Qué aporta una figura de apego para la constitución del psiquismo del niño a través de esa relación?

Ofrece todos los posibles matices de Regulación emocional, regulación neurobiológica, autoestima, sensualidad como plantea Dio Bleichmar,(2005)

Estas son llamadas “Funciones de parentalidad”. Los adultos ayudan a regular estas diferentes fuentes motivacionales en el niño y él va incorporando esas funciones que son “hetero” para transformarlas en “auto”. Los adultos cuidan y más adelante el niño podrá autocuidarse. Los adultos valoran y el niño luego podrá autovalorarse. Los adultos regulan la agresividad del niño y él podrá luego autorregularse. A la vez que el adulto se ve influido por la respuesta de niño y también se implica desde ese modo de respuesta.

Una relación entre un niño y un adulto “sanos” nos muestra una mutua influencia de implicación dialéctica pero a la vez una relación asimétrica donde el adulto tiene que desarrollar su capacidad de empatía, captando las necesidades del niño en cada momento, y hacer algo con ello, algo adecuado que respete al otro en sus necesidades y en su subjetividad creciente. En la relación que llamamos de apego, es el adulto el que debe cuidar y es el niño el que debe recibir el cuidado. Cuando estos roles se invierten, existe lo que damos en llamar “reversibilidad de rol”, que trae trastornos en el desarrollo del niño.

Nos parece que la imaginación puede ser creadora, pero nos olvidamos de sus fuentes. La sugestión, la imitación, el material primario, somos también nosotros, los adultos y nuestros mensajes.

 Muchas veces nos apresuramos en formular juicios, partiendo sólo de evidencias externas, que tienen para nosotros una determinada significación, pero que quizás no sea la que es para el niño.

Podríamos pensar que si un niño miente de un modo impulsivo, con espontaneidad, y sin poder casi medir las consecuencias, quizás esté en un primer momento del camino que deberá recorrer hasta llegar a ser una persona con noción de falta y responsabilidad. Los adultos tenemos previsión, pero los niños no nacen con ella. 

Cuando esto ocurra, podrá elegir obrar de un modo u otro, y evaluar las consecuencias de lo que está haciendo. , 

Si nos conducimos con las pseudo mentiras como si el niño fuera plenamente capaz de medir las consecuencias, de seguir el trayecto pleno de su incidencia sobre su personalidad y sobre sus relaciones sociales, o su sentido moral, nos adelantamos a juzgar antes de acompañar, escuchar y guiar.

Entonces, mientras las figuras significativas otorgan los cuidados, ofrecen y transmiten además emocionalidad, autoestima o valoración, sensualidad, etc.

En el marco de la relación de apego se aportan además todos los otros suministros necesarios ya que el psiquismo se desarrollará en todas esas áreas gracias a la relación.

Cuando falta o se carece de alguno de estos aportes por parte del adulto significativo (y si no hubo figura sustituta que reemplazara esta falencia) en el desarrollo temprano, hablamos de déficit en el área correspondiente.   

Decía al principio del trabajo, que había que incluir a los padres en el proceso terapéutico, no sólo para lograr una alianza terapéutica con ellos sino porque forman parte de los procesos de constitución de los modelos internos de relación que operarán en el niño a nivel inconsciente y son figuras proveedoras de  funciones de regulación y constitución psíquica.

El papel estructurante del entorno y las relaciones intersubjetivas, sumado a la dotación con la que venimos al mundo, deberá ser soporte teórico la hora de diseñar una psicoterapia.

Puntúa a la Psicóloga María Elena
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